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jueves, 9 de octubre de 2008

Dos países, dos tipos de pobreza

En estos tiempos en que investigadores del Banco Mundial vienen de proponer un ajuste a la famosa línea de pobreza internacional de $1 (€0,74; BsF2,15-4,50; Col$2.158) a $1,25 por día y por persona, resulta interesante hacer un análisis comparativo de las líneas de pobrezas nacionales de un país desarrollado, Alemania, y de un país menos desarrollado, Venezuela.

Comencemos por el caso alemán. Debido a que en la mayoría de los países de la Unión Europea (UE) el problema de la pobreza absoluta -que podemos vagamente considerar como un estado en el que las necesidades básicas para llevar una vida decente no son satisfechas- es bastante raro, las agencias estadísticas nacionales se preocupan más por medir la pobreza en términos relativos. La línea de pobreza se calcula entonces a partir del “ingreso equivalente” mediano, es decir el ingreso equivalente que percibe la persona que se encuentra justo en el medio de todos los ingresos equivalentes del país, cuando éstos son ordenados de menor a mayor. El ingreso equivalente es una escala desarrollada por la OCDE para poder comparar los ingresos de hogares con diferentes miembros. Lo que se hace es darle un peso a las personas que lo componen y dividir el ingreso total del hogar entre la suma de los pesos. El sostén de hogar tiene un peso igual a 1, la pareja o hijos mayores de 13 años tienen un peso de 0,5 e hijos menores de 14 años 0,3. La línea de pobreza se define como un nivel de ingreso equivalente del 60% al mediano. Para Alemania en el año 2005 esa línea se ubicó alrededor de los €850 ($1.148; BsF2.468-5.166; Col$2.477.617) mensuales. El porcentaje de la población viviendo en condiciones de pobreza en ese mismo año se ubicó en 13,2%.

En el caso venezolano, como en la mayor parte de los países menos desarrollados, la pobreza que se mide es la absoluta. Para crear la línea de pobreza, en este país se construye una canasta básica de consumo que asegure una condición de vida sostenible. En el caso venezolano, la cesta se construye bajo el supuesto de que una persona necesita consumir al menos 2.200 calorías diarias de alimento. En base a las encuestas de hogares, se calcula el costo de una canasta alimenticia que cubra ese monto de calorías en base a los alimentos que consume normalmente la población. De nuevo gracias a las encuestas de hogares, se sabe que los gastos no alimenticios conforman un monto igual al de los alimenticios para grupos poblacionales con un consumo de alimentos que ronda las 2.200 calorías diarias. Es decir que la cesta básica es igual al doble del costo de la cesta alimenticia. La línea de pobreza per cápita mensual en 2005 fue de BsF 74,23 ($27,49-34,53; €23,3-29,26; Col$353.470-458.260). Bajo esta línea de pobreza se encontraban entre el 37,9% y el 43,7% de los venezolanos en ese año.
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miércoles, 17 de septiembre de 2008

El problema de la vivienda y el mercado de alquiler

En la mayoría de los países occidentales es obvio que incluso los salarios de los trabajadores de más bajos ingresos deben alcanzar para proveer de un techo, alimento y otras necesidades básicas a sus familias. Enfoquémonos en la capacidad de los hogares de bajo ingreso para solucionar su problema vivienda. Los que tengan experiencia en países menos desarrollados saben que los trabajadores con bajos ingresos, en áreas urbanas y rurales, tienen que conformarse la mayoría de las veces con vivir en chozas o ranchos en barrios pobres.

Una razón que explica esta situación es el funcionamiento del mercado del alquiler de la vivienda. Tomemos como referencia lo que sucede en Alemania. La mayor parte de la gente en este país vive en una habitación, un apartamento o una casa alquilada. El estado alemán interviene en el mercado de alquiler de la vivienda proveyendo de apartamentos con alquileres subvencionados a la gente de ingreso bajo. En la mayoría de los países latinoamericanos, el porcentaje de hogares que alquilan su vivienda es menor al 15%, por lo que el mercado de alquiler de vivienda está poco desarrollado. Este mercado también es bastante dual. Esto significa que las opciones del alquiler se encuentran a menudo en dos extremos, el lujoso o el de tipo choza o rancho. Debido a las condiciones muy malas de los ranchos en los barrios pobres es obvio que el Estado debe subvencionar los alquileres para permitir que los hogares pobres puedan vivir en un lugar decente. Pero como el mercado del alquiler para las familias de ingresos medios no existe o es incipiente, el Estado también debería intervenir para crear o para promover este mercado. La carencia de opciones de alquiler para las familias de ingresos medios es una falla del mercado que justifica este tipo de intervención. Tomando de ejemplo de nuevo lo que se hace en Europa occidental, el Estado podría proporcionar los apartamentos de alquiler reducido en edificios que hayan sido construidos gracias a créditos subvencionados a las empresas de construcción que luego administrarían el alquiler de los apartamentos. Una política como esta incentivaría el mercado de la vivienda. Esto a su vez aumentaría la tasa de inversión de la economía y la creación de empleo.

Otra razón para explicar el problema de la vivienda en el mundo menos desarrollado podría ser la reticencia de los hogares de vivir en una vivienda alquilada o de los propietarios para alquilar. Uno podría argumentar que esta reticencia, de ambas partes, podría ser debido a la ley que regula este mercado y si es respetada o no. La intensidad de protección al arrendatario en la ley no perjudica necesariamente al mercado de alquiler. Tomando otra vez el caso de Alemania, se puede argumentar que la ley en este país protege al arrendatario más que en los E.E.U.U. y aún así la cantidad de hogares que vive en una vivienda alquilada en Alemania mucho más alta que en los Estados Unidos. El problema debería entonces ser solucionado disminuyendo los costes de transacción y asegurando una aplicación eficaz de la ley.

Aparte de los barrios pobres o marginales alrededor de ciudades grandes, el otro indicador que podría reflejar un problema en el mercado de alquiler es el hecho de que las familias extendidas vivan juntas en la misma vivienda, como sucede en muchos países del Tercer Mundo. Uno podría pensar que esto es debido a razones culturales, pero en algunos países esto podría estar pasando debido a la carencia de opciones de alquiler.

Las mentalidades deben cambiar y no se debería creer que la sociedad ideal sea una en la cual cada hogar sea propietario de su vivienda. Este tipo de pensamiento es el que conduce a las personas a construir chozas o ranchos siempre que tengan la oportunidad y a los gobiernos a no poder mantener sus promesas de asegurar viviendas decentes para todos. Una sociedad ideal debería ser una en la cual cada hogar viva en una vivienda decente, de su propiedad o alquilada. Puesto que mucha gente no puede comprar una vivienda debido su bajo ingreso y que cuesta menos al Estado (y a la sociedad en general) subvencionar alquileres que ofrecer viviendas a un precio tan subvencionado que permitiera a estos hogares comprarlas, el mercado de alquiler debería promoverse en países con alto porcentaje de población viviendo en chozas o ranchos en los barrios marginales.

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